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Diario de un vagabundo

Diario de un vagabundo. El pueblo nómada

Diario de un vagabundo. El pueblo nómada

     Los días son largos en las llanuras de Eren. Esta tierra, tan diferente de lo que estaba acostumbrado a ver, tiene una belleza extraña, una belleza salvaje… algo difícil de explicar. Los días calurosos, muy diferentes de mi hogar en el norte.

     Llevo un tiempo viajando entre los páramos infinitos. En algunos lugares, principalmente en los caminos, uno ha de tener mucho cuidado, pues las huestes de la Sombra pueden aparecer en cualquier lugar. He visto rastros de patrullas y de otras criaturas por las llanuras.

 

     Hace poco pude encontrar uno de los últimos pueblos nómadas de medianos que habitan libres en las llanuras de Eren. Estos pueblos son principalmente pastores,  pastores de rebaños de boros.

     Los boros son unos grandes y robustos animales herbívoros cubiertos de un espeso pelaje entre pardo y grisáceo, y cuya características más notable son los largos colmillos inferiores que utilizan como método de defensa, y también para escarbar en la tierra en busca de raíces y brotes. Los boros que han domesticado los medianos son más pequeños que los boros salvajes.

 

     Me encuentro conviviendo con el pueblo nómada de pastores medianos. Al principio me costó que confiaran en mí y me dejaran acompañarles, pero al final logré convencerles de que era un amigo. Quizás porque los wrags no vieron peligro alguno en mí.

     Llevan una vida relativamente tranquila, aunque siempre pendientes de los posibles encuentros con orcos o trasgos, sirvientes de Izrador, que buscan esclavizar su pueblo. Por suerte los wrags cuidan de ellos. Estas criaturas, parecidas a lobos, pero de mayor tamaño conviven con los medianos como amigos y sirvientes y cuidan de ellos en todo momento. Hay quién dice que descienden de los lobos terribles de Erethor y que acompañaron a los medianos cuando éstos se asentaron por primera vez en las llanuras de Eren. Tienen un sexto sentido, posiblemente mágico que les alerta de la proximidad de enemigos y espíritus aliados de Izrador.

     Los medianos son un pueblo fascinante. He aprendido tantas cosas de ellos. Me ha llamado la atención como casi todos los medianos empiezan a utilizar la magia desde muy temprana edad. Los niños aprenden sus primeros trucos cuando hablan sus primeras palabras. Parece que la magia es algo innato en ellos, pues la utilizan incluso para labores cotidianas, lo que les facilita mucho la vida. Por suerte, los adultos utilizan conjuros para ocultar el “rastro” de magia utilizada en el clan, pues bien podría llamar la atención de espíritus indeseados.

 

     Parece que mi viaje junto a los medianos llega a su fin, pues ellos continúan rumbo hacia el este. Mi camino se dirige al norte, aunque nunca podré olvidar estas semanas que he pasado junto a ellos.

Diario de un vagabundo. Oruks

Diario de un vagabundo. Oruks

Qué diferente puede llegar a ser la vida fuera de Erethor. La relativa paz de la que uno podía gozar dentro del bosque desaparece completamente fuera de él.

     Llevo varios días por las tierras de Eren del Sur, pendiente de lo que pueda encontrarme tras cada colina. En una ocasión, en lo alto de una de estas colinas, escondido tras unas rocas y unos árboles, tumbado en el suelo pude vera lo lejos lo que parecía un regimiento de orcos que se dirigían en dirección sur. Conté unos cincuenta individuos aproximadamente. Todos armados con terribles vardacth y hachas de guerra. Al frente de ellos, dos temibles oruks.

     Hablaré de los oruks en mi diario. A simple vista, el aspecto de un oruk es bastante similar a un orco, salvo que un oruk puede llegar a alcanzar los nueve pies de altura y su fuerza y constitución puede doblar la de un orco. Según las leyendas los oruks son los descendientes de los primeros cruces entre los orcos y las ogresas, siendo éstas últimas unas temidas criaturas, que ahora sólo se mencionan en las viejas leyendas.

     Muchos creen que parte de la victoria final de Izrador sobre Eredane se debe al poder destructor ocasionado por los oruks entre las filas de elfos y enanos en el norte, y por supuesto al gran poder de los legendarios Reyes de la Noche.

     Me he enfrentado en varias ocasiones a un oruk, en el norte, y debo decir que el recuerdo que tengo de ello es un recuerdo sangriento, pues varios de ellos casi acaban con mi vida; suerte que uno de mis compañeros pudo venir en mi ayuda.

 

     El regimiento de orcos parece alejarse. He tenido suerte de estar escondido en un buen lugar, pues un encuentro así habría sido fatal para mí. Lo mejor será no tomar en ningún momento el camino principal. Las tierras ocupadas son muy peligrosas.

     Hay una ciudad llamada Riesgo de Baden, muy lejos, al norte, en la costa sur del Mar de Pelluria. Una ciudad en la que nadie hace preguntas. Un lugar interesante. Aún así, me separan de dicha ciudad todas las tierras de Eren del Sur y Eren central.

     Seguiré mi viaje, ahora en dirección noreste, alejándome de Cambrial.

          

Diario de un vagabundo. La tierra de Eren del Sur

Diario de un vagabundo. La tierra de Eren del Sur

Han pasado diez días desde el capítulo del sueño mágico de las Vineraheen. He seguido mi camino en dirección este, hacia el linde de Erethor. Las Tierras de Eren del Sur ya no quedan muy lejos. En varios días abandonaré Erethor.

     El bosque ha sido mi hogar durante toda mi vida, y han pasado ya dos años desde que abandoné el Veradeen. Llevo dos años vagando por los senderos de la gran floresta, dos años en los que he aprendido mucho y he visitado muchos lugares. En cierto modo me da pánico abandonar la relativa seguridad del bosque. Pero, como ya dije antes, hay algo en mí que me empuja hacia algo incierto. ¿El afán de conocimiento? ¿La búsqueda de aventuras? No lo sé. Quizá quiera ver el gran poder de la Sombra en Eredane por mi mismo, hacer algo, aunque ¿quién soy yo para cambiar nada? Sea el que sea, mi camino me conducirá por senderos peligrosos.

    En mi estancia en Caradul pude informarme sobre las tierras de Eren del Sur, y sobre al ruta que iba a tomar. Es una tierra peligrosa, y tendré que andarme con cuidado. Viajar en tierra ocupada está prohibido, al igual que llevar armas. No acatar las leyes de la Sombra se paga en la mayoría de los casos con la muerte… si no con algo peor.

    

     He llegado al linde de Erethor. Me siento abrumado, pues ante mí el bosque va desapareciendo gradualmente hasta convertirse en un páramo infinito. La vista es sobrecogedora y bella. Veo una columna de huma a unas cuantas millas de distancia. A partir de este momento estoy en las tierras de Eren del Sur. Tengo que ocultar mis armas, pues no puedo arriesgarme a viajar con ellas al descubierto. Mi diario en un bolsillo secreto.

     Según mis mapas, al sur, a unas doscientas millas se encuentra la ciudad de Cambrial. Se trata de una de las ciudades de la Sombra que más poder ostenta, pues allí se encuentra uno de los mayores templos del dios oscuro Izrador. Su sumo sacerdote, Sunulael, uno de los Reyes de la Noche tiene su morada en el lugar. Acercarse allí es demasiado peligroso. He de planear cuidadosamente el camino que tomaré a través de estas tierras.

Diario de un vagabundo. Vineraheen

Diario de un vagabundo.  Vineraheen

     Me he desviado algunas millas hacia el sur. No muy lejos, atravesando el río se halla el Pantano de los Druidas. Los Caransil me advirtieron de que no me acercara allí. En verdad el lugar no invita a ello. Desde hace varios días el paisaje ha cambiado gradualmente. Espesas neblinas cubren los pantanosos suelos. La vegetación es muy frondosa, y los arces y cipreses del pantano parecer cerrar todos los posibles caminos.

     Desde el primer momento, parece que el viajero entra en un mundo que no lo necesita, un mundo lleno de brumosos misterios y de magia. No quiero acercarme demasiado, pues extrañas y peligrosas criaturas habitan en las inmediaciones del Pantano.

     Según tengo entendido, en ésta ciénaga habitan unos extraños y misteriosos místicos y magos que son los encargados de entrenar a los elfos que son enviados aquí para aprender a comprender el Susurro del Bosque. Al parecer, Erethor está impregnado de la magia de los espíritus elfos. Hace tiempo leí sobre ello. Los elfos tienen un ritual muy antiguo, cuya finalidad es dar descanso al espíritu del muerto en el propio bosque, en los árboles. Así, los espíritus de los elfos pasan a formar parte de Erethor. El Susurro son las misteriosas voces de esos espíritus, que sólo algunos pueden oír. Aquellos que se entrenan en el arte del Susurro llegan a comprender esta magia y pueden ponerse en contacto con los espíritus de los antiguos elfos que descansan y protegen el bosque. Es una magia tan poderosa que incluso pueden saber lo que está pasando a más de cien millas de donde se encuentran.

     He oído algo a mi espalda. Algo me acecha. Los viajeros no son bien recibidos en este lugar. Quizás lo mejor sea seguir mi camino, pues hay seres en estos lugares que es mejor no llamar su atención. Percibo un movimiento justo detrás de mí, aunque no consigo distinguir nada. Siento como una hoja que ha caído de un árbol me roza levemente. Me invade un sueño profundo y pierdo la consciencia.

 

     Me despierto, aunque simulo que sigo durmiendo para vigilar y mantenerme alerta de donde estoy sin dar señales de ello. Me encuentro solo. Solo en un lugar lejos de donde caí dormido. Ahora entiendo lo que ocurrió. La hoja que me rozó provocó que me sumiera bajo un poderoso conjuro de Sueño. Hace tiempo oí hablar de las Vineraheen o arboledas guardián. Lugares encantados de Erethor que protegen determinados lugares. Me encontraba en uno de esos lugares, custodiado por una arboleda guardián. Solo tuvo que dejar caer una de esas hojas sobre mí.

     Alguien no quería de mi presencia en el lugar. Si hubiese sido un orco u otra criatura enemiga del bosque ahora estaría muerto. Sin embargo alguien me ha alejado de allí sin hacerme el menor daño.

     He de decir que durante el tiempo que he dormido he tenido varios sueños. Ha sido extraño pues he visto mi antiguo hogar en el Veradeen. He visto combatir a los Erunsil cerca del Muro de Fortalezas… y ha sido muy real.

Diario de un vagabundo. Los medianos del bosque.

Diario de un vagabundo. Los medianos del bosque.

     He conocido muchos lugares y mucha gente en Erethor, a pesar de no ver más que una mínima parte de este gran bosque. Fue en mi camino hacia el este, hacia las tierras de Eren del Sur cuando me encontré con un clan de medianos que habitan en un escondido rincón de este asombroso bosque.

     Hacia ya un día que notaba una presencia. Alguien me estaba siguiendo. Alguien me estaba vigilando, pero no eran elfos. Al parecer crucé un territorio que alguien consideraba su hogar. Una flecha se clavó justo delante de mí, a apenas un metro. Era una advertencia. Estoy seguro de que fuera quien fuese el que disparó esa flecha, si hubiese querido me habría dado. En ese momento me quede quieto, con las manos en las empuñaduras de mis espadas, atento, alerta. Oí el ruido de una rama, apenas perceptible, y mis ojos se clavaron en la pequeña silueta. Enseguida escuché pronunciar unas palabras en una tosca lengua comercial, “vete de este lugar intruso”. Instantes después, aparecieron más siluetas de entre los árboles y las ramas. Eran medianos. Todos ellos llevaban arcos, y estaban apuntándome con ellos. No podía hacer nada, así que dije, en lengua mediana, que no era un enemigo, que tan solo quería atravesar la región en paz. Parecieron sorprenderse al oírme hablar en mediano.

     “Bajad los arcos”. Las palabras surgieron de una silueta que apareció entre los árboles… y que se acercaba a mí sin ningún temor. Era más alto que un mediano, pero más bajo que un elfo o un hombre. Se trataba de un elfiano. Un ser mitad elfo y mitad mediano, algo poco usual. Iba vestido con unos viejos ropajes pardos y se apoyaba en un bastón. Todos los medianos bajaron los arcos a su orden. Parece que se trata de líder del clan. Después dijo unas palabras que me dejaron sin habla: “El Bosque me ha hablado de este hombre. Me anunció su llegada” dijo en voz alta. Después se dirigió a mí, “Bienvenido, pues te estábamos esperando”.

 

     Este clan de medianos, formado por poco más de veinte miembros, lleva viviendo en Erethor más de cuarenta años. Al parecer, se trata de un grupo de supervivientes que antes de venir aquí, vivían en las llanuras y páramos de Eren. Su pueblo fue masacrado y arrasado, al igual que los rebaños de boros que cuidaban. Perdida toda esperanza de supervivencia, un día un ser se presentó ante ellos como una especie de profeta. Se trataba del elfiano. El elfiano les prometió una vida mejor en el bosque, lejos de la guerra. La búsqueda de una tierra prometida.

     Desde entonces, este clan de medianos ha vivido relativamente en paz.

 

     Han pasado varios meses desde la última vez que escribí en mi diario. Durante este tiempo he convivido con Guildoran, el elfiano, y el grupo de medianos. He aprendido muchas cosas de ellos, y yo les he enseñado muchas cosas.

    Aún recuerdo como si fuera ayer el primer día que pasé con ellos. Les costaba confiar en mí, pero Guildoran les calmó. los hogares de este clan de medianos están oculto a la vista de cualquier intruso. Lo que a simple vista puede parece una madrigera escondida entre los arbustos y las plantas, es en realidad una galería excavada magistralmente, y que se adentra en el interior de la tierra. La primera vez me costó trabajo entrar por ella, y no estaba muy seguro de lo que me iba a encontrar, pero cuando llegué al final del pasadizo, donde había unos escalones tallados en la roca, mis ojos se abrieron sobremanera, al ver lo que había tras una puertecilla de madera. Un gran salón escavado bajo el suelo y provisto de todo lo necesario para vivir cómodamente. Mesas, estanterías, sillas, provisiones, armas... incluso un pequeño sumidero de agua que aprovechaba un arrollo subterráneo.

    Durante este tiempo conviví con Guildoran en su hogar. Me contó sus visiones. Me contó que hace tiempo vio en sueños una tierra prometida, lejos de la oscuridad de la Sombra, más allá de Erethor. Me habló de mi llegada. Un hombre que vendría de muy lejos y que les mostraría el camino. En realidad no sé muy bien a qué se refería. Como ayuda, les mostré y dibujé varios mapas con los caminos y senderos ocultos que conozco del bosque. Quizás se trate de otro hombre…

     El clan de medianos del bosque ha encontrado una nueva vida en este apartado rincón del bosque. Quizás es ésta su tierra prometida, a salvo de la Sombra… por el momento.

  

Diario de un vagabundo. El lobo terrible.

     Ya hace varias semanas que abandoné la ciudad de Caradul. El camino me lleva por las cercanías del río Felthera en dirección Sureste. Varios de los elfos me acompañaron, al igual que en mi llegada, con una venda en los ojos.

     Los Caransil me dijeron que siguiendo el río me encontraría con el Fuerte de las Cataratas, y más allá los Pantanos de los Druidas. Me advirtieron que evitara este lugar.

     El Fuerte de las Cataratas es uno de los últimos bastiones antes de Caradul. Según me explicaron los elfos, allí habita un poderoso espíritu del agua que está aliado con los elfos de la Tribu del Río que custodian la fortaleza.

    

     La nostalgia me invade cada vez que pienso en Erethor, y en todo aquello que forma parte del bosque. No puedo evitar sentirme parte de él. Por eso cuando veo algún intruso, alguien que intenta dañar al bosque o una parte de él, tengo que actuar. Y así lo hice esta vez.

     En la lejanía, en un apartado y espeso rincón del bosque, lejos de donde patrullas los elfos normalmente, ví lo que estaba sucediendo. Eran orcos. Unos nueve o diez. Y en medio de ellos lo que parecía la silueta de un gran lobo, en el suelo, herido. Los orcos no tardarían en darle muerte. Sigilosamente me acerqué mientras sacaba mi arco de madera-hielo. Ninguno de ellos me oyó. Antes de que se dieran cuenta de lo que sucedía, dos de ellos cayeron. Una flecha directa a la garganta. Una tercera flecha atravesó el corazón de otro de ellos. Fui entrenado en el uso del arco por los Erunsil.

     Uno de los orcos ha descubierto mi posición. Poso el arco cuidadosamente en el suelo y saco mis dos espadas. Evalúo la situación. Ellos son seis. Yo sólo uno. El orco que me vio carga contra mí dejando a sus compañeros atrás. Un error que no tarda en pagar, pues la rapidez de mis espadas acaba con el en dos movimientos. Ya sólo quedan cinco. Los orcos se repliegan y van todos a por mí. No puedo evitar que me rodeen, y en poco segundos se lanzan al ataque. En el torbellino de aceros consigo parar golpes a mansalva y herir su hedionda carne. Quizá no se habían enfrentado a alguien como yo. Siento como me hieren con sus vardacth y hachas de guerra, heridas de poca importancia, pero que me debilitan por momentos. Han caído tres de ellos, pero yo estoy débil herido. De repente oigo un gran rugido a mi espalda, y mis ojos atisban un velo de sangre a la vez que el cuerpo de un orco cae al suelo, decapitado. E último orco se da la vuelta al tiempo que el fornido cuerpo de un gran lobo cae sobre él y le arranca las entrañas.

     Después de la batalla, el gran lobo posa sus ojos en mí e inclina la cabeza. Su aspecto es verdaderamente atemorizador. Tras ello se da la vuelta y se interna en la espesura dejando un leve reguero de sangre a sus pasos.

     Tras curar mis heridas, y decapitar los cuerpos de los orcos caídos, tuve tiempo de pensar en lo sucedido, en el lobo. Se trataba de un gran lobo terrible. Hace miles de años, en la Primera Edad, los elfos y los animales terribles de Erethor se aliaron contra la Sombra, y de esa unión nació una amistad que aún hoy perdura.

Diario de un vagabundo. Caradul

Cuando quitaron la venda de mis ojos no podía creer lo que estaba viendo. La belleza de la mítica Caradul era indescriptible, y según supe después, antes de la llegada de la oscuridad su belleza era inmensamente mayor, pues las necesidades de la guerra han hecho algún estrago.

     No puedo olvidar la confluencia de sentimientos y sensaciones que se daban en mi interior, jamás me había sentido igual.

     Los Caransil me dejaron portar mis armas. Tampoco era algo extraño, pues estaba vigilado en todo momento y para ellos no suponía ningún peligro allí. Afortunadamente no consiguieron encontrar mi diario, mi pluma y mi frasco de tinta, pues no habrían permitido que tomara ninguna nota, ni realizara ningún dibujo del lugar. No en esta Era donde ningún hombre puede fiarse de nadie.

     Nunca me imaginé que pudieran existir árboles-hogar de tamaño tan grande, pero toda visión de la ciudad se empequeñeció al asomar, imponente y majestuoso entre los demás, el Árbol Venerable, dónde se asienta La Corte élfica, dónde se halla el centro de la vida élfica de Eredane: La Pérgola de la Reina Bruja. Dicen que el Árbol Venerable creció de la primera semilla de Erethor, y que fue regado con las lágrimas de los antiguos dioses desaparecidos. Al parecer mis escoltas me llevaban allí, a una de las cámaras que se encuentran en el interior de gran tronco.

     He de decir que a medida que caminaba por Caradul, todas las miradas se posaban en mí. Miradas curiosas. La mayoría de los Caransil, tanto hombres como mujeres y jóvenes parecían preparados y capacitados para la guerra. En cierto modo, esta ciudad es el último baluarte contra Izrador. Si Caradul cayera… prefiero no pensarlo.

     Atravesamos un enorme puente, el único que accedía a las ramas del Árbol Venerable. Cerca de él, su majestuosidad aumentaba de manera increíble. Llegamos a una gigantesca rama donde parecían esperarnos un grupo de elfos con armadura y cubiertos por una fina túnica. Me saludaron levemente, sin mostrar ninguna emoción en su rostro, y a continuación me pidieron que les siguiera al interior del tronco. El interior del Árbol Venerable era una ciudad en sí misma, con multitud de pasajes, cámaras y habitaciones. He de reconocer que sin los elfos que me guiaran me habría perdido.

     Llegamos a una cámara de grandes dimensiones, la Cámara del Consejo, según creo, en los niveles superiores. Les conté mi historia, y las noticias que traía del norte. No dijeron nada, no hicieron nada. Tan solo me pidieron que al día siguiente por la mañana abandonara la ciudad.

     Pasé la noche en un acogedor árbol hogar, al parecer destinado para las visitas extranjeras.

      Al día siguiente partí de Caradul, aunque su recuerdo perdurará en mí durante mucho tiempo. Los Caransil se han portado bien conmigo, quizás por el hecho de escuchar mi historia. Además me han obsequiado con varios frascos de un brebaje conocido como “Té de Erethor”.

Tras abandonar la ciudad, me decido a partir hacia el este, hacía las tierras ocupadas de Eren. 

Diario de un vagabundo. El camino a Caradul

Diario de un vagabundo. El camino a Caradul

     He entrado en el Caraheen. A simple vista no se nota ningún cambio ni nada en especial, salvo que desde el primer momento que puse mis pies en sus fronteras he notado la pesada mirada de los Caransil sobre mí, su constante vigilancia. Quizás un hombre normal no se hubiera dado cuenta, pero yo fui criado y entrenado por los erunsil.

     Durante millas los elfos de estas tierras me siguen como si fueran mi sombra. No tardarán en cortarme el paso, pues sigo en dirección a Caradul, aunque aún está a muchas millas de distancia al sur.

 

     Como bien apunté, los Caransil se plantaron ante mí. Tres de ellos me cortaron el paso y me interrogaron. Yo sabía que había al menos otros tres escondidos entre los árboles. Pero también me enseñaron que nunca hay que mostrar ni dar a entender todo lo que uno sabe.

     Cuando hablé con ellos se sorprendieron que hablara tan fluidamente su idioma. De nada hubiera servido ocultar eso, pues tarde o temprano tendría que hablar con ellos. Mi respuesta fue sencilla, clara: me disponía a visitar Caradul, lo cual era verdad. Un leve respingo, apenas imperceptible,  delató a otro de los elfos que se ocultaban en la floresta. Tras lograr convencerse de que no era ningún espía, ni sirviente de la Sombra, accedieron a llevarme hasta Caradul, la capital de Erethor, pues también les dije que traía noticias interesantes del norte. Tengo que decir que ningún otro humano, que yo sepa, ha estado nunca en la mágica capital de la raza elfa. No se cuanto tiempo permaneceré allí.

     Tras caminar durante días con el grupo de elfos, uno de ellos me dijo que ya no faltaba mucho. Los elfos sacaron un trozo de tela, y me vendaron los ojos. Nos encaminábamos hacia Caradul.

    

 

Diario de un vagabundo. El trágico destino de la doncella elfa

Diario de un vagabundo. El trágico destino de la doncella elfa

Los secretos del bosque son innumerables; en cada rincón, en cada valle, en cada árbol… Erethor sorprenderá al viajero en todo momento. Llevo más de un año vagando en solitario, en relativa paz y tranquilidad, y fue hasta hace poco cuando me encontré con una de las escenas que más han marcado mi vida hasta el momento. Era un frío y lluvioso día cuando mis pasos me llevaron ante lo que parecían unas antiguas ruinas, largo tiempo olvidadas, y ya casi totalmente cubiertas por el bosque. Era un buen sitio para pasar la noche a resguardo.

     Las voces, los lamentos me despertaron a medianoche. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba preparado y en guardia para lo que pudiera venir, en este mundo no sobrevivirías de otro modo… pero mi instinto me dijo que había algo antinatural en aquellas voces y lamentos. Por fin ví la fuente de dichos sonidos. De un oscuro rincón de las ruinas la figura de una mujer se acercaba a mi, su cuerpo, intangible,  entre azulado y grisáceo parecía flotar a escasos centímetros del suelo. Se acercaba a mí. Yo estaba paralizado por el terror, pues estaba ante uno de los torturados espíritus atrapados. Qué terrible agonía habría condenado a aquella mujer a vagar eternamente y sin descanso… “Oh amado mío…” parecía susurrar, “¿Por qué? ¿Por qué…” Estaba a escasos metros de mí ya, cuando pude observar que se trataba del espíritu de una elfa. Su rostro, o lo que pude ver de él, estaba contraído por el dolor y la tristeza. Levantó uno de sus brazos en mi dirección… Pero rápidamente reaccioné, y sin pensarlo más de una vez, salí corriendo de aquel lugar mientras a mi espalda se escuchaban los antiguos y eternos lamentos de la doncella elfa.

 

Diario de un vagabundo. Las Fuentes de la Vida.

Diario de un vagabundo. Las Fuentes de la Vida.

Agradezco la relativa paz de la que puedo gozar en el bosque, pues es aquí uno de los últimos lugares en los que apenas se nota el peso de La Sombra.

     Siguiendo mi camino por los profundos y misteriosos rincones de Erethor, me dirijo en dirección sur, hacia el Caraheen. No sé como voy a ser recibido por los elfos de esta región, después de todo sólo soy un humano en sus tierras. Aún hay mucha distancia, pero los Caransil patrullan sin descanso alrededor de todo el bosque.

     En mi camino, el destino quiso que me encontrara uno de los vestigios mágicos de los Elthedar que aún perduran dentro del bosque, Las Fuentes de la Vida.

     Naayr me habló una vez de ellas. Hace miles de años los Elthedar tallaron en secretos rincones del bosque unas rocas, en cuya superficie dibujaron una runa de poder. Si uno pronunciaba las antiguas palabras en Elthedar adecuadas, la runa se activaría y de una grieta de la roca comenzaría a manar un reguero de cristalina agua con propiedades mágicas y curativas. Al parecer, tras miles de años, muchas de estas fuentes fueron cayendo en el olvido.

     Señalaré en mi mapa el lugar donde se encuentra esta fuente. Quizás en un futuro regrese.

 

NOTAS: al igual que en otras creaciones mágicas de los Elthedar, para activar la runa de Las Fuentes de la Vida es necesaria la pronunciación de una antigua frase en Elthedar, y la utilización de 4 puntos de energía de conjuros. El reguero de agua emanará de la roca durante 10 minutos,  y tendrá que pasar como mínimo un día para poder volver a utlizarla.

     El agua de Las Fuentes de la Vida tiene propiedades mágicas y curativas. Por la cantidad equivalente a un odre de 4lb, el agua tiene las siguientes propiedades:

     - Neutralizar veneno.

     - Restablecimiento.

     - Curar heridas moderadas (2d8+10)

 

Diario de un vagabundo. Naayr.

La soledad es mi única acompañante en los rincones más profundos de Erethor. Las semanas han sido largas. Llevaba apenas unos días siguiendo el curso del río Gamaril, hacia el sur, cuando conocí a un extraño personaje que se hacía llamar Naayr.

     Era de noche y me encontraba descansando junto a un pequeño fuego, el cual cuidaba de que no desprendiera humo para no llamar la atención de ningún visitante inesperado, cuando de repente me ví sorprendido por una silueta gigante. Tenía el aspecto de un hombre de mediana edad, de cabello largo y oscuro y barba idéntica, pero su estatura parecía doblar la de un humano corriente. Mi instinto de supervivencia hizo que automáticamente me pusiera en guardia ante el posible peligro que pudiera sobrevenir. Pero el gigante no hizo el menor movimiento. Incluso habría jurado que una sonrisa de dibujó en su rostro. Me fijé en él con más detenimiento. Iba desarmado, y vestido con pieles y cuero endurecido. No me tenía miedo. No era un peligro para él.

     Entonces me di cuenta de qué era ese ser. En mi juventud los erunsil me habían contado historias de hombres en cuyas venas corría la sangre de los antiguos y nobles gigantes. Los gigantes que hace miles de años habitaban en el norte de Eredane, antes de que Izrador corrompiera su raza.

 

     Ha pasado tiempo desde la última vez que escribí en mi diario. Más de un año. En todo este tiempo he convivido con mi buen amigo Naayr, en un oculto valle cerca del rió Gamaril, lejos de las garras de la Sombra. He aprendido muchas cosas de él. Es uno de los pocos amigos que creo llegaré a tener, pues este mundo no invita a ello.

     Naayr, como sospeché en un primer momento, es uno de los escasos hombres que desciende de los antiguos gigantes. Siempre fue diferente, y por ello decidió ir a vivir a ese apartado rincón de Erethor. Su sabiduría sobre el bosque es increíble y posee una poderosa magia estrechamente ligada a la naturaleza. Quizás, esa sea otra de las razones por las que ha eligió la soledad.

     Después de este tiempo junto a Naayr, que me ha servido de aprendizaje, me dispongo a seguir mi viaje a través del bosque. He decidido que seguiré viajando durante un tiempo siguiendo el curso del río Gamaril.

Diario de un vagabundo. El Veradeen

Un mundo dominado por la Sombra, un mundo en el que sobrevivir es lo único que importa, y muchas veces a cualquier precio.

     No tardé en darme cuenta de esto, y ahora que estoy solo he aprendido algo más: un hombre solo puede fiarse de si mismo. En Eredane no existen los amigos ni los camaradas, pues tarde o temprano la supervivencia se sobrepondrá a la amistad o a cualquier sentimiento de afecto.

     Durante estas primeras semanas de soledad, vagando por los oscuros y fríos valles del Veradeen, he aprendido muchas cosas sobre mí, y en más de una ocasión he visto peligrar mi vida, pero como dije antes, sobrevivir es lo único que importa, y es ese deseo lo que me ha salvado la mayoría de las veces.

 

     Estamos en pleno invierno…gélidas temperaturas y noches más largas que los días. Las huestes de la Sombra caminan por estas regiones, grandes bandas de orcos lideradas por los temibles oruks merodean por los boscosos valles con el único deseo de masacrar y destrozar a los elfos. Pero yo conozco a los elfos de estas tierras, los Erunsil, y sé que no se dejarán capturar con facilidad. Muchos de ellos poseen collares adornados con los colmillos de los oruks a los que han vencido.

 

     He oído unos gruñidos acompañados de unas pesadas botas. Orcos. Después de dar con ellos me dispongo a seguirlos, y tras ver que no son un grupo muy numeroso decido acabar con ellos. Ninguno de los orcos se ha percatado de mi presencia y desde mi elevada posición consigo abatir a tres de ellos gracias a mi arco de maderahielo, un regalo de mis “hermanos”, para después caer sobre ellos como un torbellino de muerte y destrucción. Los dos restantes caen bajo el acero de mis espadas, aunque uno de ellos me ha herido en el brazo y en la pierna. Los erunsil me enseñaron a luchar con la fuerza y la destreza de diez hombres, si no hubiera sido así, este pequeño grupo de orcos habría acabado conmigo.

     Tras el combate, decapito sus cuerpos. No quiero problemas más adelante…

     Ahora, me dirigiré al sur a través del bosque.

Diario de un vagabundo

     Nací en el Veradeen hace ya más de cincuenta inviernos, y no tengo recuerdo de otro lugar en los primeros años de mi vida. He sido criado por los Erunsil, los elfos de aquellas salvajes tierras del norte; esto no tendría nada de extraño…si no fuera porque yo soy un humano. Según me explicó mi matrona al alcanzar la edad adulta, fui encontrado en las aguas de un río, en el bosque, dentro de una pequeña cesta hecha de ramas y hojas. Quien sabe si mi verdadera madre no tuvo otra elección, sea lo que sea, conseguí sobrevivir y los Erunsil fueron bondadosos conmigo al cuidar de mí, quizá porque solo era un niño de apenas unos meses de vida. Con el paso del tiempo, y a pesar de ser diferente a ellos, siempre me trataron con respeto.

     A ellos les debo todos mis conocimientos y todo lo que soy ahora, me enseñaron sus secretos, sus leyendas, su forma de combatir…me enseñaron a sobrevivir en este despiadado mundo. Luché y viajé junto ellos durante años, y aunque el Veradeen es mi hogar, yo sentía que tenía que buscar algo más. Por ello, cuando apenas contaba con veinte inviernos decidí marcharme. Mi diario es el reflejo de todo lo que viví durante los años posteriores.