Diario de un vagabundo. El camino a Caradul

He entrado en el Caraheen. A simple vista no se nota ningún cambio ni nada en especial, salvo que desde el primer momento que puse mis pies en sus fronteras he notado la pesada mirada de los Caransil sobre mí, su constante vigilancia. Quizás un hombre normal no se hubiera dado cuenta, pero yo fui criado y entrenado por los erunsil.
Durante millas los elfos de estas tierras me siguen como si fueran mi sombra. No tardarán en cortarme el paso, pues sigo en dirección a Caradul, aunque aún está a muchas millas de distancia al sur.
Como bien apunté, los Caransil se plantaron ante mí. Tres de ellos me cortaron el paso y me interrogaron. Yo sabía que había al menos otros tres escondidos entre los árboles. Pero también me enseñaron que nunca hay que mostrar ni dar a entender todo lo que uno sabe.
Cuando hablé con ellos se sorprendieron que hablara tan fluidamente su idioma. De nada hubiera servido ocultar eso, pues tarde o temprano tendría que hablar con ellos. Mi respuesta fue sencilla, clara: me disponía a visitar Caradul, lo cual era verdad. Un leve respingo, apenas imperceptible, delató a otro de los elfos que se ocultaban en la floresta. Tras lograr convencerse de que no era ningún espía, ni sirviente de la Sombra, accedieron a llevarme hasta Caradul, la capital de Erethor, pues también les dije que traía noticias interesantes del norte. Tengo que decir que ningún otro humano, que yo sepa, ha estado nunca en la mágica capital de la raza elfa. No se cuanto tiempo permaneceré allí.
Tras caminar durante días con el grupo de elfos, uno de ellos me dijo que ya no faltaba mucho. Los elfos sacaron un trozo de tela, y me vendaron los ojos. Nos encaminábamos hacia Caradul.
0 comentarios