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Diario de un vagabundo. La tierra de Eren del Sur

Diario de un vagabundo. La tierra de Eren del Sur

Han pasado diez días desde el capítulo del sueño mágico de las Vineraheen. He seguido mi camino en dirección este, hacia el linde de Erethor. Las Tierras de Eren del Sur ya no quedan muy lejos. En varios días abandonaré Erethor.

     El bosque ha sido mi hogar durante toda mi vida, y han pasado ya dos años desde que abandoné el Veradeen. Llevo dos años vagando por los senderos de la gran floresta, dos años en los que he aprendido mucho y he visitado muchos lugares. En cierto modo me da pánico abandonar la relativa seguridad del bosque. Pero, como ya dije antes, hay algo en mí que me empuja hacia algo incierto. ¿El afán de conocimiento? ¿La búsqueda de aventuras? No lo sé. Quizá quiera ver el gran poder de la Sombra en Eredane por mi mismo, hacer algo, aunque ¿quién soy yo para cambiar nada? Sea el que sea, mi camino me conducirá por senderos peligrosos.

    En mi estancia en Caradul pude informarme sobre las tierras de Eren del Sur, y sobre al ruta que iba a tomar. Es una tierra peligrosa, y tendré que andarme con cuidado. Viajar en tierra ocupada está prohibido, al igual que llevar armas. No acatar las leyes de la Sombra se paga en la mayoría de los casos con la muerte… si no con algo peor.

    

     He llegado al linde de Erethor. Me siento abrumado, pues ante mí el bosque va desapareciendo gradualmente hasta convertirse en un páramo infinito. La vista es sobrecogedora y bella. Veo una columna de huma a unas cuantas millas de distancia. A partir de este momento estoy en las tierras de Eren del Sur. Tengo que ocultar mis armas, pues no puedo arriesgarme a viajar con ellas al descubierto. Mi diario en un bolsillo secreto.

     Según mis mapas, al sur, a unas doscientas millas se encuentra la ciudad de Cambrial. Se trata de una de las ciudades de la Sombra que más poder ostenta, pues allí se encuentra uno de los mayores templos del dios oscuro Izrador. Su sumo sacerdote, Sunulael, uno de los Reyes de la Noche tiene su morada en el lugar. Acercarse allí es demasiado peligroso. He de planear cuidadosamente el camino que tomaré a través de estas tierras.

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