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Diario de un vagabundo. Caradul

Cuando quitaron la venda de mis ojos no podía creer lo que estaba viendo. La belleza de la mítica Caradul era indescriptible, y según supe después, antes de la llegada de la oscuridad su belleza era inmensamente mayor, pues las necesidades de la guerra han hecho algún estrago.

     No puedo olvidar la confluencia de sentimientos y sensaciones que se daban en mi interior, jamás me había sentido igual.

     Los Caransil me dejaron portar mis armas. Tampoco era algo extraño, pues estaba vigilado en todo momento y para ellos no suponía ningún peligro allí. Afortunadamente no consiguieron encontrar mi diario, mi pluma y mi frasco de tinta, pues no habrían permitido que tomara ninguna nota, ni realizara ningún dibujo del lugar. No en esta Era donde ningún hombre puede fiarse de nadie.

     Nunca me imaginé que pudieran existir árboles-hogar de tamaño tan grande, pero toda visión de la ciudad se empequeñeció al asomar, imponente y majestuoso entre los demás, el Árbol Venerable, dónde se asienta La Corte élfica, dónde se halla el centro de la vida élfica de Eredane: La Pérgola de la Reina Bruja. Dicen que el Árbol Venerable creció de la primera semilla de Erethor, y que fue regado con las lágrimas de los antiguos dioses desaparecidos. Al parecer mis escoltas me llevaban allí, a una de las cámaras que se encuentran en el interior de gran tronco.

     He de decir que a medida que caminaba por Caradul, todas las miradas se posaban en mí. Miradas curiosas. La mayoría de los Caransil, tanto hombres como mujeres y jóvenes parecían preparados y capacitados para la guerra. En cierto modo, esta ciudad es el último baluarte contra Izrador. Si Caradul cayera… prefiero no pensarlo.

     Atravesamos un enorme puente, el único que accedía a las ramas del Árbol Venerable. Cerca de él, su majestuosidad aumentaba de manera increíble. Llegamos a una gigantesca rama donde parecían esperarnos un grupo de elfos con armadura y cubiertos por una fina túnica. Me saludaron levemente, sin mostrar ninguna emoción en su rostro, y a continuación me pidieron que les siguiera al interior del tronco. El interior del Árbol Venerable era una ciudad en sí misma, con multitud de pasajes, cámaras y habitaciones. He de reconocer que sin los elfos que me guiaran me habría perdido.

     Llegamos a una cámara de grandes dimensiones, la Cámara del Consejo, según creo, en los niveles superiores. Les conté mi historia, y las noticias que traía del norte. No dijeron nada, no hicieron nada. Tan solo me pidieron que al día siguiente por la mañana abandonara la ciudad.

     Pasé la noche en un acogedor árbol hogar, al parecer destinado para las visitas extranjeras.

      Al día siguiente partí de Caradul, aunque su recuerdo perdurará en mí durante mucho tiempo. Los Caransil se han portado bien conmigo, quizás por el hecho de escuchar mi historia. Además me han obsequiado con varios frascos de un brebaje conocido como “Té de Erethor”.

Tras abandonar la ciudad, me decido a partir hacia el este, hacía las tierras ocupadas de Eren. 

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